Ahora que los colegios católicos celebran la campaña de Manos Unidas, me ha parecido que no nos vendría mal a los que no lo somos recordar que la solidaridad no tiene creencias, y que el ejemplo que nos da la iglesia, es digno de resaltar. Que todo no va a ser dar caña al clero.
Los compañeros de La Paz están trabajando estos días para un proyecto en Malawi que pretende obtener agua para comunidades muy pobres, y donde la promoción de la mujer y la defensa de sus derechos dependen en exclusiva de la iglesia. Mi centro trabaja también estos días en un proyecto, sobre todo porque se ha empeñado la de religión. Una gran mujer, eso si, un día os hablare de ella, pero antes de Gokul.
El colegio Gokul se encuentra en Bhugaon, una pobrísima aldea a 130 kilómetros de Mumbai, en la India. Estudian allí 53 alumnos, y todos con algo en común. Todos son huérfanos, y todos tienen latente, aun sin desarrollar el SIDA. En un país como India eso es ya justificación suficiente para ser discriminados, y ser rebajados al último nivel de la raza humana. Pero hace un tiempo llegaron voluntarios y misioneros, levantaron un barracon, hicieron un comedor, les dieron mucho cariño y consiguieron darles aquello que para cualquiera de nosotros es una pesada rutina, ir a clase cada día. Para nosotros una losa pesada, para ellos una esperanza de ser libres, tener un oficio, una cultura que les haga ser dignos y la confianza de creer en su futuro, por que otros han creído en él.
Según cálculos del gobierno, dos millones y medio de indios portan el VIH, de los cuales 50.000 son menores de 15 años. O lo que es lo mismo, 50.000 ciudadanos indios están abandonados a su suerte, a nuestra generosidad, vía ONG´s o la Iglesia católica.
En India cuando se descubre que un joven es seropositivo, se le expulsa de la escuela y, habitualmente de su familia, su única esperanza, sitios como Gokul.
Gokul tiene el tamaño de un campo de hockey hierba, y posee instalaciones tercermundistas para nosotros, pero de lujo para India, y, sobre todo para ellos. Allí estos chicos reciben tratamiento médico con antirretrovirales, una formación elemental y el cariño de una familia que no tienen.
La mayoría de estos chicos, que han heredado el virus de sus madres, no solo son rechazados por sus familias, sino por toda la sociedad, hasta desatar la ira y las amenazas hacia quienes les ayudan.
Esta semana nos enseñaban en clase fotos y un breve video de la escuela, es espantoso ver en sus rostros una mezcla intensa de ilusión y agradecimiento, de melancolía y de interés por disfrutar con sus compañeros cada instante, con un miedo feroz al mañana. A ese mañana en el que la enfermedad del sacará de ese oasis, en un viaje al hospital, cuando caigan enfermos, del que quizá nunca volverán, o a un mañana que les hará volar solos, no saben a donde, pero lejos de Gokul.
La reflexión cae del lado de que nuestra labor asistencial allí es fundamental, como dice Teresa, al menos, debemos solucionar su presente, pero ahí no acaba la cosa. Parte del problema arranca de un desconocimiento total de la mpoblación sobre cuestiones básicas sobre la enfermedad y su contagio, lo que lleva, incluso a los hospitales, a rechazar a los enfermos, con lo que con ese ejemplo, que vamos a esperar de las familias. Es por eso que las ONG´s y la iglesia se esfuerzan en un segundo frente, el de la educación sexual y sanitaria, el acabar con prejuicios, atavismos y la relegada posición de la mujer en una sociedad medio paleolítica.
Luchar por ellos es ahora nuestro objetivo, luchar contra la marginación, contra la injusticia, contra el rechazo a los que son diferentes. En Gokul, pero tambien en Occidente, en Cantabria, en nuestra aula, con nuestros compañeros, con quien se sienta junto a mi en el patio o en el autobús, con todos.
Los compañeros de La Paz están trabajando estos días para un proyecto en Malawi que pretende obtener agua para comunidades muy pobres, y donde la promoción de la mujer y la defensa de sus derechos dependen en exclusiva de la iglesia. Mi centro trabaja también estos días en un proyecto, sobre todo porque se ha empeñado la de religión. Una gran mujer, eso si, un día os hablare de ella, pero antes de Gokul.
El colegio Gokul se encuentra en Bhugaon, una pobrísima aldea a 130 kilómetros de Mumbai, en la India. Estudian allí 53 alumnos, y todos con algo en común. Todos son huérfanos, y todos tienen latente, aun sin desarrollar el SIDA. En un país como India eso es ya justificación suficiente para ser discriminados, y ser rebajados al último nivel de la raza humana. Pero hace un tiempo llegaron voluntarios y misioneros, levantaron un barracon, hicieron un comedor, les dieron mucho cariño y consiguieron darles aquello que para cualquiera de nosotros es una pesada rutina, ir a clase cada día. Para nosotros una losa pesada, para ellos una esperanza de ser libres, tener un oficio, una cultura que les haga ser dignos y la confianza de creer en su futuro, por que otros han creído en él.
Según cálculos del gobierno, dos millones y medio de indios portan el VIH, de los cuales 50.000 son menores de 15 años. O lo que es lo mismo, 50.000 ciudadanos indios están abandonados a su suerte, a nuestra generosidad, vía ONG´s o la Iglesia católica.
En India cuando se descubre que un joven es seropositivo, se le expulsa de la escuela y, habitualmente de su familia, su única esperanza, sitios como Gokul.
Gokul tiene el tamaño de un campo de hockey hierba, y posee instalaciones tercermundistas para nosotros, pero de lujo para India, y, sobre todo para ellos. Allí estos chicos reciben tratamiento médico con antirretrovirales, una formación elemental y el cariño de una familia que no tienen.
La mayoría de estos chicos, que han heredado el virus de sus madres, no solo son rechazados por sus familias, sino por toda la sociedad, hasta desatar la ira y las amenazas hacia quienes les ayudan.
Esta semana nos enseñaban en clase fotos y un breve video de la escuela, es espantoso ver en sus rostros una mezcla intensa de ilusión y agradecimiento, de melancolía y de interés por disfrutar con sus compañeros cada instante, con un miedo feroz al mañana. A ese mañana en el que la enfermedad del sacará de ese oasis, en un viaje al hospital, cuando caigan enfermos, del que quizá nunca volverán, o a un mañana que les hará volar solos, no saben a donde, pero lejos de Gokul.
La reflexión cae del lado de que nuestra labor asistencial allí es fundamental, como dice Teresa, al menos, debemos solucionar su presente, pero ahí no acaba la cosa. Parte del problema arranca de un desconocimiento total de la mpoblación sobre cuestiones básicas sobre la enfermedad y su contagio, lo que lleva, incluso a los hospitales, a rechazar a los enfermos, con lo que con ese ejemplo, que vamos a esperar de las familias. Es por eso que las ONG´s y la iglesia se esfuerzan en un segundo frente, el de la educación sexual y sanitaria, el acabar con prejuicios, atavismos y la relegada posición de la mujer en una sociedad medio paleolítica.
Luchar por ellos es ahora nuestro objetivo, luchar contra la marginación, contra la injusticia, contra el rechazo a los que son diferentes. En Gokul, pero tambien en Occidente, en Cantabria, en nuestra aula, con nuestros compañeros, con quien se sienta junto a mi en el patio o en el autobús, con todos.
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