Aunque solo sea en sus palabras, Alan Bennet ha estado en mi mente, entre guardias, nevadas y agonías. Recordando aquellos días lejanos en que sus palabras llegaron a Santander de la mano del genio del gran José María Pou. Bennet, autor de teatro, guionista televisivo, humorista y novelista, representa el mejor ejemplo de eso que se ha dado en llamar humor inglés. Una forma geográfica de referirse a la inteligencia, la sutileza y la capacidad de contar desde dentro lo que sentimos, sin apostar por la retórica ni la estética vacua.
Recuerdo
que era la primera obra de Bennet que se representaba en nuestro país, y curiosamente
fue en mi querido y ya lejano Santander.
Más
de dos horas estuvimos Marta, Tera, Miguel, Oscar y yo, riéndonos, emocionándonos
y viéndonos reflejados en una obra que hablaba en el fondo de gentes como
nosotros, en aquella época unos críos enamorados de una vida que creíamos infinita
y llena de gente de ética intachable.
Pou,
que interpretaba el montaje, además de dirigir la función, encarnaba uno de los
papeles centrales, el de un profesor heterodoxo que prefería que sus alumnos se
formasen como personas, aunque sea a costa de saltarse los programas de
estudios. El director y actor advertía entonces que «no es una obra fácil, sino
inteligente, una obra que celebra por encima de todo el placer de ser culto,
sobre el placer de ser educado y sobre el placer de disfrutar de una lectura,
de una película o de una representación teatral».
«Es
un tema de permanente actualidad, el de la educación de los jóvenes, un tema
irresoluto», según Pou.
“Los
chicos de historia” es uno de los mejores textos de Bennett, una comedia sobre
el valor y el sentido de la educación. «Un texto tan profundo como brillante,
tan conmovedor como reflexivo». La acción se sitúa en una escuela inglesa en
los años ochenta, donde un grupo de jóvenes se prepara para el ingreso en
Oxford y Cambridge. Esta situación le permite al autor cuestionar «si la
educación es entendida como un camino hacia el éxito, o bien como un camino
hacia el conocimiento y la madurez vital».
'The
History Boys' se estrenó en 2004 en el National Theatre de Londres con un
reparto encabezado por Richard Griffiths, donde obtuvo tres premios Olivier. El
mismo año se estrenó en Broadway en el Broadhurst Theatre, y recibió seis
premios Tony, entre ellos a la mejor obra, mejor director y mejor actores.
Es
una obra insólita y extraña, una historia que habla de muchas de las cosas que descubrí
en eolapaz me gustan y me preocupan a la vez de la educación, de la enseñanza,
de la cultura, de los libros, de la poesía, de los clásicos del cine, de la
música popular, del teatro, del placer de jugar y de las ganas de aprender. Y
lo hace de forma emotiva, inteligente y divertida, presentando sobre el
escenario a un grupo de chicos que quieren comerse el mundo, y a un grupo de
maestros -demasiado hartos algunos, demasiado hambrientos otros- arriesgándose
juntos en el largo viaje del conocimiento».
La
inteligencia de Bennet hace que ni los buenos sean tan buenos ni los malos sean
tan malos, gracias a diálogos brillantes y situaciones ingeniosas.
Todo
un alarde que pocos han leído, o al menos pocos de los que planean, dirigen y
organizan eso que llamamos educación y que hoy ha quedado reducida a una tozuda
asistencia a unas clases heladas, con sus ventanas abiertas para que se vaya la
covid, donde la cultura es fría y el aprendizaje es solo cumplir temarios y
rellenar exámenes, sin más perspectiva para el alumno que llegue su fin de
semana, y no aprender más.
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