Suele respetarse en España la caballerosa regla de dejar al gobierno de turno en paz, hasta pasados cien días de su entrada en Moncloa. En la legislatura actual las críticas están aflorando a una velocidad inusitada, incluso entre los votantes del partido gubernamental (tal como sendas encuestas de El País y Sigma2 para El Mundo, delataban el domingo 8 de enero).
En el centro de la criticas la fiscalidad. Tanto por como se esta abordando como por el hecho de ser, casi, la única herramienta empleada, sin que se atisbe medida alguna de estimulo económico que la acompañe.
Hay que reconocer que ha dolido la subida de impuestos a traición que se anuncio ya en la primera semana. Y ha dolido por una cuestión fundamental, se había dicho que no se iba a realizar. Y en este caso no se sabe que es peor. Si Rajoy ha cambiado de opinión en este tema porque no sabía lo mala que era la situación, malo. Y si sí lo sabia, y aun así prometió lo que no podía cumplir, peor, que mentir es pecado. En el primero de los supuestos la situación es grave, porque prometer sobre un tema que desconoces (si es que el gobierno no sabia que situación de déficit se iba a encontrar) es irresponsable, pero además es poco creíble, cuando el mayor déficit del estado lo acumulan las comunidades autónomas, la mayoría de las cuales están en manos del PP desde mayo, y las más endeudadas (caso de Valencia y Murcia, o de Cataluña, donde el PP apoya al gobierno CiU en materia presupuestaria) desde mucho antes.
Todo apunta, además, a que miembros relevantes del gobierno, como Guindos o Nadal, ya sabían, con mucha aproximación el fuerte aumento del déficit que se preveía, por sus contactos, o por su participación en diversos informes, estudios o comisiones.
Pero todo eso ya es irrelevante. Lo es porque en este país el concepto de responsabilidad no existe. De igual manera que a quienes han dilapidado el dinero en líneas de AVE incomprensibles, aeropuertos vacíos o edificios públicos sin uso (La expo de Zaragoza, la Caja Mágica de Madrid, los edificios del Puerto de Barcelona, etc.) no se les va a pedir cuentas, no resulta razonable que se vaya a exigir responsabilidades a Rajoy por una “mentirijilla”.
Lo relevante es la solución. Y si, como los políticos defienden, la prueba del algodón son los mercados, estos han declarado ya, de forma clara, que no están satisfechos con las medidas del gobierno. Así, tras quince días de tregua, la prima de riesgo vuelve a escalar posiciones y la bolsa a seguir cavando su particular trinchera. ¿Por que?. Las normas de la UE en materia de déficit del estado son muy estrictas, y nosotros casi duplicamos ese endeudamiento máximo anual sobre el PIB. Pero la deuda acumulada sobre el PIB no es tan alta. Nuestro problema no es tanto financiero, si no de generación de ingresos. Es como, por poner un ejemplo, si considerásemos que una familia que debe mil euros está al borde del abismo. Mil euros no es tanto dinero, para una familia normal. Pero si hablamos de una familia sin ingresos, hasta un euro sería una cantidad gigantesca. Y ese es un componente muy importante de nuestro problema, y que aun el gobierno no ha afrontado, por eso los mercados nos castigan.
Da igual cuanto dinero le pedimos a cada español vía impuestos, y cuanto subimos estos, si cada vez menos españoles son capaces de pagarlos. Una cantidad, la del paro, que es directamente proporcional a los gastos en servicios sociales y subsidios que debemos afrontar.
Los recortes no solo ponen en cuestión nuestro estado del bienestar, el mantenimiento de los servicios públicos y la paz social, sino que disminuyen la capacidad de las familias para gastar, para tirar de la demanda interna y pedir a las empresas productos y servicios. Y la campaña de navidad de este año es un buen ejemplo.
Pero, además, los mercados están penalizando una política de buenas intenciones, de muchas buenas intenciones, y pocas medidas concretas. Aunque la escala de incremento del IRPF sea progresiva (cuanta más renta tiene un individuo más es el recargo del IRPF que deberá pagar), la subida de impuestos castiga más a las clases medias, puesto que las altas se nutren, especialmente de rendimientos mobiliarios y patrimoniales. Repartir el esfuerzo fiscal, y conseguir que las clases más adineradas contribuyan es difícil, o no, según se mire. Subir el impuesto de sociedades no es una buena idea. A las pequeñas empresas podría suponerlas la puntilla y a las grandes un billete para cambiar su domicilio social de país. En un mercado globalizado como el nuestro, las empresas se instalan allí donde más facilidades las den y menos impuestos las cobren. Inditex, la matriz de Zara es un ejemplo de traslado, en este caso a Irlanda, porque así paga menos impuestos.
Pero lo que si podemos es acabar con figuras jurídicas injustas como las SICAV (las sociedades de inversión en capital variable), sociedades opacas y de poca tributación que esconden grandes inversiones. Y también podemos luchar contra el fraude fiscal, una medida que colocaria a tiro de hacienda 300.000 millones que hoy no tributan.
Y ahí es donde las buenas intenciones se quedan solo en eso. El gobierno ha anunciado un plan que se propone recaudar por esta vía un 13,5% menos de lo que se planteaba como objetivo en el vigente plan socialista contra el fraude (pasamos de intentar obtener más de 9.000 millones a poco más de 8.000). El control de los sueldos y retribuciones de directivos de entes públicos y cajas intervenidas ha caído al nivel de estudio. El fortalecimiento de las tareas de control del Banco de España se ha dejado para mejor ocasión. El cambio legislativo y reglamentario que permita recaudar de forma rápida las bolsas de fraude detectadas por hacienda no se ha iniciado, ni esta en la agenda parlamentaria, con lo que seguiremos con una situación similar a la actual, solo 1 de cada 10 euros "en negro" descubiertos acaban recaudandose, el resto, aunque están localizados, no tributan porque no hay medios legales, ni materiales para ello. Es muy fuerte.
El adelgazamiento de la administración es otro banco de niebla. Reducir organismos requiere un estudio global y una reestructuración definitiva del estado y sus mecanismos de control. No sea que eliminemos funciones, que luego sean necesarias, y se concentren en otros organismos que, para afrontarlas, requieran más fondos que antes o no realicen los servicios abandonados. Y no sea que hagamos cambios que degeneren en nuestros males tradicionales, otra vez, ante la falta de control.
Ya se que alguno pensará que solo son especulaciones. Pero son fundadas. La única manera de disipar estos miedos es que el presidente nos diga, como también prometió, “la verdad aunque duela”. Pero de momento no dice nada, ni con dolor ni sin él. Y eso también lo castigan los mercados, el silencio, la incertidumbre.
En el centro de la criticas la fiscalidad. Tanto por como se esta abordando como por el hecho de ser, casi, la única herramienta empleada, sin que se atisbe medida alguna de estimulo económico que la acompañe.
Hay que reconocer que ha dolido la subida de impuestos a traición que se anuncio ya en la primera semana. Y ha dolido por una cuestión fundamental, se había dicho que no se iba a realizar. Y en este caso no se sabe que es peor. Si Rajoy ha cambiado de opinión en este tema porque no sabía lo mala que era la situación, malo. Y si sí lo sabia, y aun así prometió lo que no podía cumplir, peor, que mentir es pecado. En el primero de los supuestos la situación es grave, porque prometer sobre un tema que desconoces (si es que el gobierno no sabia que situación de déficit se iba a encontrar) es irresponsable, pero además es poco creíble, cuando el mayor déficit del estado lo acumulan las comunidades autónomas, la mayoría de las cuales están en manos del PP desde mayo, y las más endeudadas (caso de Valencia y Murcia, o de Cataluña, donde el PP apoya al gobierno CiU en materia presupuestaria) desde mucho antes.
Todo apunta, además, a que miembros relevantes del gobierno, como Guindos o Nadal, ya sabían, con mucha aproximación el fuerte aumento del déficit que se preveía, por sus contactos, o por su participación en diversos informes, estudios o comisiones.
Pero todo eso ya es irrelevante. Lo es porque en este país el concepto de responsabilidad no existe. De igual manera que a quienes han dilapidado el dinero en líneas de AVE incomprensibles, aeropuertos vacíos o edificios públicos sin uso (La expo de Zaragoza, la Caja Mágica de Madrid, los edificios del Puerto de Barcelona, etc.) no se les va a pedir cuentas, no resulta razonable que se vaya a exigir responsabilidades a Rajoy por una “mentirijilla”.
Lo relevante es la solución. Y si, como los políticos defienden, la prueba del algodón son los mercados, estos han declarado ya, de forma clara, que no están satisfechos con las medidas del gobierno. Así, tras quince días de tregua, la prima de riesgo vuelve a escalar posiciones y la bolsa a seguir cavando su particular trinchera. ¿Por que?. Las normas de la UE en materia de déficit del estado son muy estrictas, y nosotros casi duplicamos ese endeudamiento máximo anual sobre el PIB. Pero la deuda acumulada sobre el PIB no es tan alta. Nuestro problema no es tanto financiero, si no de generación de ingresos. Es como, por poner un ejemplo, si considerásemos que una familia que debe mil euros está al borde del abismo. Mil euros no es tanto dinero, para una familia normal. Pero si hablamos de una familia sin ingresos, hasta un euro sería una cantidad gigantesca. Y ese es un componente muy importante de nuestro problema, y que aun el gobierno no ha afrontado, por eso los mercados nos castigan.
Da igual cuanto dinero le pedimos a cada español vía impuestos, y cuanto subimos estos, si cada vez menos españoles son capaces de pagarlos. Una cantidad, la del paro, que es directamente proporcional a los gastos en servicios sociales y subsidios que debemos afrontar.
Los recortes no solo ponen en cuestión nuestro estado del bienestar, el mantenimiento de los servicios públicos y la paz social, sino que disminuyen la capacidad de las familias para gastar, para tirar de la demanda interna y pedir a las empresas productos y servicios. Y la campaña de navidad de este año es un buen ejemplo.
Pero, además, los mercados están penalizando una política de buenas intenciones, de muchas buenas intenciones, y pocas medidas concretas. Aunque la escala de incremento del IRPF sea progresiva (cuanta más renta tiene un individuo más es el recargo del IRPF que deberá pagar), la subida de impuestos castiga más a las clases medias, puesto que las altas se nutren, especialmente de rendimientos mobiliarios y patrimoniales. Repartir el esfuerzo fiscal, y conseguir que las clases más adineradas contribuyan es difícil, o no, según se mire. Subir el impuesto de sociedades no es una buena idea. A las pequeñas empresas podría suponerlas la puntilla y a las grandes un billete para cambiar su domicilio social de país. En un mercado globalizado como el nuestro, las empresas se instalan allí donde más facilidades las den y menos impuestos las cobren. Inditex, la matriz de Zara es un ejemplo de traslado, en este caso a Irlanda, porque así paga menos impuestos.
Pero lo que si podemos es acabar con figuras jurídicas injustas como las SICAV (las sociedades de inversión en capital variable), sociedades opacas y de poca tributación que esconden grandes inversiones. Y también podemos luchar contra el fraude fiscal, una medida que colocaria a tiro de hacienda 300.000 millones que hoy no tributan.
Y ahí es donde las buenas intenciones se quedan solo en eso. El gobierno ha anunciado un plan que se propone recaudar por esta vía un 13,5% menos de lo que se planteaba como objetivo en el vigente plan socialista contra el fraude (pasamos de intentar obtener más de 9.000 millones a poco más de 8.000). El control de los sueldos y retribuciones de directivos de entes públicos y cajas intervenidas ha caído al nivel de estudio. El fortalecimiento de las tareas de control del Banco de España se ha dejado para mejor ocasión. El cambio legislativo y reglamentario que permita recaudar de forma rápida las bolsas de fraude detectadas por hacienda no se ha iniciado, ni esta en la agenda parlamentaria, con lo que seguiremos con una situación similar a la actual, solo 1 de cada 10 euros "en negro" descubiertos acaban recaudandose, el resto, aunque están localizados, no tributan porque no hay medios legales, ni materiales para ello. Es muy fuerte.
El adelgazamiento de la administración es otro banco de niebla. Reducir organismos requiere un estudio global y una reestructuración definitiva del estado y sus mecanismos de control. No sea que eliminemos funciones, que luego sean necesarias, y se concentren en otros organismos que, para afrontarlas, requieran más fondos que antes o no realicen los servicios abandonados. Y no sea que hagamos cambios que degeneren en nuestros males tradicionales, otra vez, ante la falta de control.
Ya se que alguno pensará que solo son especulaciones. Pero son fundadas. La única manera de disipar estos miedos es que el presidente nos diga, como también prometió, “la verdad aunque duela”. Pero de momento no dice nada, ni con dolor ni sin él. Y eso también lo castigan los mercados, el silencio, la incertidumbre.
1 comentario:
Una de las clásicas estrategias de la manipulación, para que una medida dolorosa sea aceptada hay que ir preparando el terreno.
saludos
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