domingo, 19 de abril de 2009

Rostrio


Hay veces que los ayuntamientos parecen hiperactivos. Les da por idear planes y allá van. Esta vez el de Santander no ha puesto su mirada en los atascos, en los solares abandonados llenos de ratas, en las casas de la puebla vieja medio desahuciadas o en la falta de servicios de algunos barrios. No. Lo ha puesto en las ferias. Santander, uno de los lugares más cutres de España a la hora de celebrar sus fiestas patronales, y con menos idea del espectáculo colectivo (habría que tomar nota de algunas ideas de Torrelavega, y del ingenio de Luís Herreros), ha decidido desde hace algún tiempo dar la vuelta a la tortilla y hacer de la ciudad un gran parque de atracciones.

El año pasado la idea fue que los bares ocupasen las calles. ¿Por qué no?. Dado que los vecinos no nos divertimos en fiestas, al menos que volvamos a casa bien mamaos y bien comidos. Entre el engorde callejero, el toreo y los fuegos a toda pastilla, que ya parecemos una sucursal de las fallas, Santander celebra sus fiestas. Con eso, y con cosas tan nuestras como la feria andaluza que montamos en la Plaza de Méjico. Yo he llegado a la conclusión que esto no tiene arreglo. Santander no tiene pulso ni gusto para esto de festejar. O nos metemos horteradas en vena en Piquio o en la Porticada u organizamos el no va más en el Palacio de Festivales pero, eso si, para ricos, que los demás ya que somos pobres que seamos incultos, el completo vamos.
Parece que nuestro vecino el ciudadano de la Serna ha pensado que dado que aquí no hay ambiente ni trayendo a Jesús Vázquez, montemos el espectáculo con una feria dentro de la ciudad. Y así, el equipo de gobierno ha dispuesto el regreso de su destierro de las ferias abandonadas en Rostrio. Como el Cid, vamos. 

Es de reconocer que los recintos feriales son un lugar muy ligado a nuestras costumbres de divertimento colectivo más ancestrales. Es el lugar de fiesta por antonomasia. Si tienes niños has hecho el mes. Te sale más barato llevarles en avión a Port Aventura. Pero si no, paseas entre luces y algaradas por el morro, y encima no tienes que atender la conversación de tu pareja, con semejante ruido ya me diréis. Y es que, que seria del verano sin ese olor a churros, sin ese coco meado por el chorrito de agua, sin esos gofres revenidos y ese suelo tapizado de papeletas de tómbola y orín de niño pequeño. Quien puede renunciar a una buena vomitona de barco vikingo o a ese ojo morado tras el acoso de los globos del tren gusano. ¿Quién en su sano juicio no desea estar en vela hasta las 4 de la mañana aturdido por el último éxito de Briteney Spears sonando en el plátano, hasta que saltan los tornillos de los altavoces?. ¿Quién?.

Ahora bien, chuflas a parte. Es necesario respetar los gustos de la gente, que para eso es el respetable, y el trabajo honrado de quienes recorren España de feria en feria, ganándose el pan con muchas horas de trabajo. Tantas como falta de respeto. Porque eso es lo que la ciudad de Santander ha tenido con los feriantes que, con mayor o menor fortuna, han intentando alegrarnos un ratito de la vida. No merecían el destierro a ese lugar inmundo que ha sido estos años Rostrio. Ahora, cuando el ayuntamiento decide traer las ferias al centro de la ciudad, nos sale el concejal de turno con una feria de diseño. Mona, limpia del siglo XIX y que no desentone con el entorno chupi guay de Feygon. Yo no se de que esta hablando con lo de feria de calidad. No se que entiende el Ayuntamiento por eso. Lo que si entiendo es que la ciudad no tiene derecho a pedir a un grupo de feriantes tradicionales que si quieren trabajar se deben ir al barrizal de Rostrio, allá en el culo del mundo, a vivir 12 días en condiciones lamentables, y ahora que metemos el negocio en casa, les decimos que son feos, paletos y disconformes con el entorno.
Y esa es la última, el entorno. Se puede admitir que las ferias si se quieren disfrutar se deben instalar en un lugar accesible. Pero, molestias para el vecindario al margen. ¿Nadie se ha parado a pensar donde van a aparcar los numerosos visitantes que la autopista trae a las playas en medio del verano?. Nos cargamos el aparcamiento del Racing casi un mes, entre ferias e interculturalidad, colocamos un espectáculo que atrae a mucha gente y ¿Qué hacemos?, embotellamos el centro de gente buscando un aparcamiento y luego montamos colas interminables en las paradas de autobús al Sardinero.

La vida, dice mi profesor de filosofía, es una elección continua. Igual en Santander no podemos, dadas las características de la ciudad, montar el mayor espectáculo del mundo todo el verano. Igual debemos caminar hacia una ciudad menos chic y más humana. Igual debemos dejar de jugar con la gente y pensar con mas anticipación, que tanto parque de las Llamas, que hace falta un explorador para verle entero, igual no era necesario, y un lugar amplio, con aparcamientos y dispuesto para grandes espectáculos (ferias o conciertos) si podía haberse previsto.
Mientras tanto, no discriminemos ahora a quienes han venido a alegrar nuestros veranos a las duras. Y no fastidiemos al personal, martirizándole con la muñeca chochona, todo un verano.

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