Durante trece años, el EPE nos ha ayudado a crecer, a madurar y a aprender. Un proyecto que ha sido partícipe de la formación de muchos jóvenes que hoy, curiosamente, devuelven todo lo aprendido, en otras sociedades, en otros países.
Joaquín
Ruiz, el director del documental que pretendíamos grabar sobre nuestra
historia, era un antiguo compañero que no había podido vivir en sus años el
EPE, pero que en los siguientes había visto en sus caras la ilusión de aquellos
escolares. Lo primero que nos pidió era una lista con aquellos 250 jóvenes que
habían protagonizado la aventura de “el periódico”. Pero el problema es que
muchos se habían ido, o les habían echado, no sabemos bien.
El
primer equipo contaba con un líder claro, el jefe de maquetación, Pablo
Fernández Herbosa. Ingeniero de Obras Públicas. Pablo, un alumno estudioso y
formal, había descubierto en aquel concurso su lado más indómito. Tras acabar
la carrera brillantemente y haber entrado en la final del primer EPE (en la que
los lectores votaban a los ganadores) Pablo se dio de bruces con la realidad.
Nadie necesitaba en su país a un ingeniero joven lleno de ideas. Echó tantos currículos
que se salieron de España, y solo fuera de ella encontró respuesta. Hoy está en
Dallas, construyendo carreteras y enseñando por esos lares cuánto aprendió en
España, y dándonos ánimos. Los mismos que nos ha transmitido Esther Ceballos
Luengas, la primera de una familia de periodistas del EPE. Con un expediente
excelente en bachillerato y en
Esther
se había ido el mismo año en que empezaba su carrera Luís Díaz Díaz, un
reservado redactor del EPE de ese año que había descubierto el mundo en aquella
redacción, sacando a la luz su lado más crítico y brillante. “Aquella mañana en
que me dejaron en la estación de tren mis compañeros yo solo me preguntaba que
hacía allí, solo, camino de Madrid”. Cuando aquella tarde Luís entrevistó en su
despacho del ministerio de industria a José Montilla, los nervios
desaparecieron. Cuando todo terminó, aquel muchacho inquisitivo y creativo,
regresó a Madrid para así obtener la doble licenciatura de derecho y económicas.
Pero, tras acabar, le esperaba una España en recesión. En sus tiempos de
escuela al teclado de un ordenador de la redacción del EPE, había aprendido a
volcar su ilusión en un proyecto, a oir “no” y no rendirse, a trabajar en
simbiosis y a ser distinto, innovador. Pero ni la palabra mágica de este siglo,
“emprendedor”, le había servido. Tanto esfuerzo, tanta preparación, tantas
experiencias, servía ahora para poco. Ni trabajo ni ayuda estatal ni créditos.
Sus ideas y su valía no servían. Hizo exactamente lo que había aprendido, coger
una maleta, creer en si mismo e iniciar una aventura, como cuando montó en
aquel tren, con tan solo 17 años, para hablar con un ministro. Ahora el lugar
era otro, Perú, pero el espíritu el mismo.
Allí,
en una sociedad más receptiva a gente que aporte riqueza, fundaría en pocos
meses, con Richard y Sergio, Agroindustrial Valle Verde, una importante empresa
agroalimentaria en San Isidro, de la que es gerente. Algunas semanas se acerca
a Miraflores, a la casa de Gonzalo Calle, el jefe de deportes del EPE 2008,
economista y miembro de la selección española junior de surf, que aprovechó una
beca del Banco de Santander para terminar sus estudios en
Los
dos, junto a una playa del Pacífico, hay tardes, tras el trabajo, en que
recuerdan aquellos años inquietos de colegio en los que iniciaron una aventura,
la de crear un periódico. Ahora sueñan con iniciar otra, la de volver a casa.
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