Asistimos estos días al baile de crocutas que ciertos grupos sociales, con el inestimable apoyo de ciertas instituciones, despliegan en torno a diversas clínicas abortistas españolas, a ciertos profesionales de la medicina y, lo único importante, a ciertas mujeres, a las que al dolor de presenciar con anuencia la muerte de su hijo, añadimos ahora el escarnio público, la remoción de los cimientos de su familia y la quiebra de la espiga que ha unido débilmente su corazón a su alma, desde aquel instante en que decidieron dar muerte a su hijo, y con él, en parte, a ellas mismas.