Ha sido
interesante oír esta noche a Mariano Rajoy entrevistado en A3, aunque sea para
mantener la tradición y no decir nada. O decir lo de siempre, que al caso es lo
mismo.
Ha sido
interesante, como lo será averiguar, algún día, porqué el grupo A3Media y, en
especial, Carlos Herrera y Gloria Lomana, son los entrevistadores oficiales de
Moncloa. Alguna vez hemos defendido la necesidad que tiene el gobierno de
explicarse, de irradiar un poco de esperanza entre tanto sacrificio. Igual de
necesario puede ser el hacer participes a más medios de ese esfuerzo por
explicar la necesidad de colectiva de comprensión del porque y el para que de
tanto sacrificio.
Un día
antes, Ana Pastor, en la Sexta ,
había entrevistado a un despistado Patxi López, que ante el vendaval de la
periodista, poco pudo hacer, más que balbucear las típicas obviedades de los
políticos (ilusionemos a la gente, ahora no toca hablar de primarias, etc). Oír
estas entrevistas, a demás de dejarnos sin aliento pone al descubierto una de
las más grandes tristezas de este gobierno y de las democracias actuales, la de
ser democracias. Me explico, tal como lo plantea Rajoy, hoy en día cualquiera
puede ser gobernante, solo hace falta tener una cierta dosis de estoicismo,
para vivir en la amargura y la tristeza permanente, sin rechistar. ¿Por que lo
digo?. Rajoy siempre dice que hace lo que no quiere, eso es resignación, y que
siempre hace lo único que puede hacer, eso es reconocer que cualquier tonto
puede sentarse en el banco azul.
Han pasado
los tiempos en los que los gobernantes representaban la voluntad irredenta de
un pueblo. En que los políticos significaban la ilusión y la imaginación en el
poder. Ya no son tiempos en los que los administradores públicos se conviertan
en líderes, y dirijan a sus pueblos por caminos nuevos, para el progreso y la
modernización. Hoy, y ese es el triste reconocimiento de Mariano y de Patxi,
los gobernantes son tristes contables que se limitan a poner en práctica lo que
el destino manda. “Es lo que toca hacer”, insiste Mariano, al tiempo que indica
con sus acciones que eso, “lo que toca hacer”, es una melodía distinta cada
día. Porque, puestos a analizar comportamientos, palabras y silencios, el
problema del gobierno actual no es que mienta, que eso lo ha reconocido esta
mañana Mariano. El problema no es que se desdiga cada día. Es que cada día
desconoce en que deberá mentir mañana y de que se deberá desdecir pasado. Salvo
que haya instrucciones claras, claro.
Nadie se ha
atrevido a dar un paso decisivo en el problema bancario que arrastramos desde
que Zapatero dijo que íbamos a jugar la Champions. Un
visionario el amigo Zapatero. Nadie se ha atrevido a gastar dinero en un modelo
de investigación que revierta el modelo económico de este país. Cada semana se
nos va una figura mundial en investigación. Nadie se ha atrevido a pararle los
pies a un Ignacio Wert que arrasa con mimo todo nuestro sistema educativo. Un
buen tipo el Wer, igual que su colega Gallardón. Dos tipos más duros que el pan
de Carrefour y más odiados que un Vietcong en Menphis.
Y poco más
que decir de una entrevista en la que el presidente ha mostrado con orgullo las
mejoras de las grandes cifras económicas, esas que hacen más grandes a los
grandes, pero poco sobre planes tangibles y concretos para afrontar el problema
nacionalista que se cierne sobre España, más allá de mostrar su decisión de
mantenerse en sus posiciones, sin moverse un ápice. Poco o nada sobre la
necesaria reforma electora. Nada sobre escuchar a la sociedad en las odiadas
reformas educativa y sanitaria y sobre las mortecinas antiguas conquistas en
dependencia. Nada sobre como atajar los desmanes de los sindicatos, o como
aumentar los controles sobre políticos y administradores que impunemente
saquean el país para luego ser indultados. Nada tampoco sobre una reforma de
las leyes de propiedad corporativa que eviten los abusos de los consejos de
administración y el pisoteo de los pequeños accionistas e inversores. Ambiguo
el planteamiento sobre la reforma energética. Un sector que machaca al
ciudadano con sus onerosas facturas, mientras la generación de energía
alternativa sigue penalizada en España y premiada en el extranjero. Poco y
peligrosamente oscuro en los planes fiscales del gobierno y nada sobre la
apertura de bases y lealtades al amigo americano. Por solo citar unas minucias,
como eso de que los gobiernos autonómicos incumplan las leyes cuando les viene
en gana, como que los españoles reciban distinto trato del estado según donde
nacen, o que los ciudadanos hayan averiguado que la mejor manera de que se les
hagan caso ya no es el dialogo y el voto, sino quemar todo cuanto encuentren a
su paso, como en Burgos. O esa curiosa premonición de que a la infanta la “ira
bien”. Un agur Mariano. Algo fácil cuando se sabe el resultado de un juego.
Lo peor es
que de momento hay poca alternativa, y deberíamos tomar nota de cómo la
historia nos enseña que estas frustraciones, como en los años 30, son el mejor
criadero para filo nazis como en Grecia, o extremistas como en Austria o
Francia, o embaucadores como en Holanda.
Y hablando
de Europa, antes, al menos, podíamos decir aquello tan cinematográfico de
“siempre nos quedará Paris”. Aunque, viendo el triste semblante de Holland, ni
eso podemos. Un caso curioso el de este hombre. Un administrativo gris, votado
por eliminación, hecho de recortes de personalidad de otros tantos líderes, en
cuya lacónica figura había depositado Europa, la democrática Europa, la
esperanza de que alguien le pare los pies a Merkel, la zarina que la
democrática Europa nunca eligió, pero Hollande tiene otras zarinas, y también
ha claudicado en su política.
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elpais.com
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