lunes, 11 de octubre de 2010

Lo que queda de vida



Entre nóbeles y traiciones manchegas al gobierno, he querido encontrar el rostro de la semana en esas tierras rojas que se han llevado la vida, y algo más que la orgánica, de miles de personas. Nunca sabremos, quizá, quien besa embelesado a ese niño, cuanta pasión, cuanta esperanza escondía ese beso enamorado, en ese trocito de papel manchado, prendido de la alacena como un recuerdo, como si la vida no quisiera irse, no del todo. Como si nos quisieran recordar que junto a los hombres malos, siempre hay hombres ... inocentes.


La culpa de todo, la rotura de una balsa minera, donde se almacenaban sobrantes, residuos, restos ... mierda vamos, que cuatro listos guardan porque eso es más barato que otras soluciones. Y al final la balsa se rompió, y dejo salir más de un millón de metros cúbicos de barro, pleno de metales pesados y productos tóxicos, muy corrosivos, que abrasan, queman y matan toda vida a su paso. La lista de muertos ya va por la media docena y la de heridos por los dos centenares. Personas con la piel a jirones al contacto con los lodos, algunos de ellos mutiladas, muchas sin signos aun aparentes de una contaminación que ya ha marcado sus vidas, dejando en ellas la semilla de secuelas que nadie sabe aun cuales serán. Entre otras cosas porque la balsa, que ya a primeros de verano mostraba grietas y fugas, amenaza con volver a romperse.
Y no es la primera vez. En seguida los periódicos han echado mano a la hemeroteca y han recordado a Aznalcollar, ese lugar donde la empresa sueca Boliden no fue capaz de cumplir con sus obligaciones provocando uno de los mayores desastres ambientales conocidos en nuestro país. Hoy nos jactamos de haber sido capaces de solucionarlo y restituir el equilibrio ecológico de la zona. Que pena que no hagamos lo mismo, vanagloriarnos, de haber sido capaces de evitarlo, o cuando menos de aprender de la lección. Los húngaros desde luego no la aprendieron, y nosotros no se yo.
Tras el accidente de Aználcollar en Sevilla, el parque de Doñana se vio afectado, el gobierno gasto decenas de millones para solucionar el problema, ante el escaqueo de los suecos, que se hicieron los idem, y miles de personas perdieron empleos, casas, haciendas y vidas. Hoy, años después de aquello, y a la sombra del desastre húngaro, Greenpeace denuncia la desidia de una administración, la española, que sigue sin clausurar balsas e instalaciones de un peligro potencial gigantesco. Entre ellas la mina Las Cruces en Sevilla, Cerro Colorado y Aguzaderas en la comarca de Río Tinto, Aguas Blancas en Badajoz o las balsas de estériles de las explotaciones auríferas de Asturias.
De todas, la palma se la lleva la mina de las Cruces, que tiene en jaque, desde hace años, a la ciudad de Sevilla y al propio río Guadalquivir. Las Cruces es la mina de cobre de superficie más grande de Europa, y la que más demandas, sanciones e infracciones acumula, con varios pleitos en curso en la actualidad. Una mina modelo, como podéis comprobar, que ha sido subvencionada por la Junta de Andalucía con 53 millones de euros. La misma Junta que desoye las voces de jueces y ecologistas que demandan su cierre o el cumplimiento, al menos, de la ley.
Pero en España, como en Hungría y en medio mundo, seguimos sin gobiernos que exijan a las empresas el tratamiento de los residuos y la existencia de seguros y fondos capaces de asumir todos los daños posibles a personas, bienes y medio natural pudieran ocasionar. Tampoco han sido capaces de impedir que estas balsas e instalaciones se sitúen en zonas de gran valor ecológico, en áreas potenciales de difusión de los productos tóxicos (acuíferos, ríos...) y de zonas de gran concentración de población. Como tampoco existe una legislación europea armonizada y de máxima protección, en materia de transporte, almacenamiento y tratamiento de los residuos y productos, que obligue a diseños más adecuados y sostenibles de las explotaciones, a economías menos expoliadoras de materias primas, que por eso existen minas, y que practiquen métodos de reciclaje y descontaminación que eviten esas anticuadas y absurdas baldas de porquería.
Pero tampoco debemos mirarnos siempre los españoles con ejemplificadora vergüenza, que menudo esta el paño por el resto de Europa.
Una de las primeras voces que se alzaron al saberse del incidente, fue para pedir la salvación del Danubio. El mismo que no hace tanto sufrió un desastre similar, si no peor, por un vertido de metales pesados y cianuro cuyas consecuencias nunca han sido determinadas.
Ahora la culpa ha sido de una balsa de una empresa de aluminios, que emplea en el lavado de la bauxita sosa cáustica a presión y alta temperatura. Claro, como esas operaciones, ya se ve, no entrañan ningún riesgo, los seguros contratados parecen muy lejos de los requerimientos de la situación. Otro pequeño fallo de control por parte de las administraciones públicas. Genial.
De ser esa la naturaleza química del problema, estamos ante buna situación terrible, en la el derrame va a esterilizar y eliminar toda forma de vida en miles de hectáreas. Como explicaba estos días Miguel Ferrer, profesor de investigación de CSIC, la tendencia de los políticos es siempre a meter debajo de la alfombra los problemas. Y en este caso, acciones como diluir el lodo en los ríos o taparlo, para evitar mayor escándalo será tanto como ocultar bajo tierra, una auténtica bomba de relojería. No se si los científicos se abrirán paso y conseguirán dirigir adecuadamente la descontaminación de esas tierras. No se si esta nueva lección permitirá sacar conclusiones que impidan nuevos desmanes. Lo que si se seguro, es que en esa zona del corazón de Europa, esa foto prendida de un mueble, es el último recuerdo de lo que fue vida.

1 comentario:

Mariano dijo...

Hola tera,muy buena la exposición y muy documentada. Me parece interesante que pidas de aprender de otros,en lo que estoy totalmente de acuerdo como expuse,no tan brillantemente ni mucho menos,en la neurona el 13.09.
un saludo y gracias por la lección

Comparte en las Redes

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...