domingo, 17 de octubre de 2010

Verguenza ajena




Hay que reconocer que llevamos una racha infame. Eso que el refranero español resume en un lacónico “te ha mirado un tuerto”. A nuestra bajada fulgurante en el escalafón europeo y a nuestras vergüenzas económicas, hemos de sumar ahora el bochornoso espectáculo que los dirigentes del país, a todos los niveles y cargos, nos ofrecen, día si, día también. Ya hemos perdido algunos la esperanza de que la política sea un arte, y menos aun un referente ético y ciudadano, pero si al menos sus actuaciones fueran neutras, ya no negativas, seria un logro. Tras un largo periodo de adaptación al hecho de que estamos rodeados de mangantes, ahora debemos adaptarnos a un salto cualitativo, el de la mala educación.
Tuvo el último ejemplo lugar el aciago día del 12 de octubre, en buena hora nombrado fiesta nacional. Un día que se ha convertido en lo que a una familia es la comida de navidad, ocasión propicia para que toda la familia se reúna, y discuta.


En este caso lo de toda la familia se nos ha quedado corto. Empezó la cosa con el desaire venezolano. A Chavez le dio el punto de jodernos el día y decidió, una hora antes del desfile militar en Madrid no presentar a su abanderado, justo en un acto pensado para que España homenajease a los países americanos que este año cumplen el bicentenario de su independencia. La cosa siguió con un grupo de energúmenos raqueros que se dedicaron a abuchear al jefe del gobierno democrático del país, por muy inútil que sea, faltando gravemente al respeto a la memoria de conciudadanos nuestros muertos en el cumplimiento de su trabajo, en muchos casos jugarse la vida por la paz, y en otros porque algún listo/a les mando a morir a no se donde. Luego ha venido el efecto de distracción de que si eran del PP y movilizados por Nuevas Generaciones, o de si eran sufridores de la mala gestión del gobierno. Me da igual, todo tiene sus límites, y el respeto a la memoria de los muertos y a nuestros símbolos colectivos es uno de ellos.
Pero como no hay dos sin tres, el mal rollo no quedo ahí. Que en un acto protocolario de tanta envergadura, retransmitido a medio mundo, el alcalde de la capital y el presidente del gobierno, se enzarcen en una discusión sobre pasta, en medio de la calle, ante todas las cámaras es inaudito. Solo propio de una republica de Chichi nabo del golfo de Guinea o el Asia Central. Que se puede entender la crispación que acumulamos y las dificultades del país, pero o no tienen ningún sentido común, en cuyo caso sobran los dos en política, o el sistema de comunicación institucional esta tan mal montado, que para que dos administraciones tan importantes dialoguen, lo deben hacer en la calle, en medio la cabalgata de reyes.
Claro, ante tanto folclore y despropósito, hay gente incapaz de mantenerse al margen, ese tipo de gente que quieres ser la novia en la boda y el difunto en el funeral.
Y en este perfil humano, nadie como nuestro presidente Revilla, un autentico animal escénico, un hombre dotado de tal concepto del espectáculo que eclipsaría al circo del sol. Tertuliano de Ana Rosa, comentarista de la SER, participe de la Noria, asiduo a la Ventana, retransmitidor de bodas reales, conductor de programas de cocina regional. Un crack.
De todos es conocida la antipatía que le profesan los miembros del PP, por diversos motivos en los que no vamos a entrar aquí, por que algunos, entre otras razones, son incomprensibles. Tan sabido como que los miembros del gobierno regional madrileño son, en un tanto por ciento elevado, una magna representación del pijerio más repulsivo. Juntadas los dos motivos, es comprensible el desdén hacia el presidente Revilla, con su cuidado y forzado aire aldeano de hombre campechano y sencillo. Como si presidir una comunidad autónoma fuera tan natural como ordeñar una vaca.
El caso es que primero el consejero de transportes de Madrid y luego la Espe en persona, realizaron un par de comentarios despectivos y fuera de tono, en mitad de la tribuna de autoridades, ante los cuales, y aquí viene lo insólito, la primera dama de Cantabria arremetió lanza en ristre. Sabido es que en la antigüedad los caballeros salían al campo de justas en defensa del honor de una dama, pero el caso inverso era hasta ahora desconocido.
Omito los detalles de la conversación entre la esposa del presidente y el consejo de ministros madrileño en plenario. Pero ya sabéis por donde van los tiros, ellos dijeron que que fácil es hacerse famoso regalando anchoas, y ella que el era muy honrado. Pues fenomenal.
Todo eso, que es lamentable, y nos revela el tipo de gente que se gasta nuestros cuartos, debería haber quedado ahí, en la silenciosa vergüenza de ese acto lamentable, o en un arreglo de cuentas vía conducto oficial.
Pero no. En un inexplicable comportamiento, la mujer del presi traslada el hecho a la prensa, con todo lujo de detalles. Cuando llega a Papayas, transmite a la prensa su enojo añadiendo más detalles, y al día siguiente repite todo el incidente, con moviola y valoraciones en la cadena SER, al igual que su marido. Como si fuera un conflicto entre dos vecinos, del que alardeas y te desahogas en la taberna.
Claro, estos comportamientos tan mediáticos, como se dice ahora, son explicables en un matrimonio en el que el marido pasa más tiempo en los platós de televisión, los estudios de radio, la grabación de programas de cocina regional y las verbenas de pueblo, que en los despachos. Y ya lo dice el refrán, dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma opinión. Ahora toda España ha descubierto quien es la esposa de nuestro presidente. Y no es que me parezca mal, pero es curioso que sea la única consorte conocida. Y ella no es un cargo público, no nos representa, es una ciudadana más. Probablemente actúo de buena fe en esas circunstancias. Pero la buena fe no debe confundirse con ingenuidad o con un comportamiento irreflexivo por espontáneo, sino con una actitud responsable y sabedora de las consecuencias de nuestros actos. Cosa que aquí no ha habido. Eso sin caer en la cuenta de que allí no hablaban de su marido, sino del presidente de Cantabria, que tiene sus mecanismos para defenderse o para ser discreto. Y no eludo la responsabilidad de los impresentables del gobierno de Madrid, pero eso no justifica nuestro comportamiento.
Puede ser bueno que sus pintorescas actuaciones nos den publicidad, aunque de cara a los presupuestos del estado nos ha ayudado poco. Pero incidentes como este solo transmiten la imagen de una comunidad pueblerina, cuyos representantes no tienen el don de saber estar (como tampoco los dirigentes de Madrid), y que encima son unos acusicas.

1 comentario:

Mariano dijo...

hola Javier, puntualizar que Chavez es el venezolano y Chaves el andaluz. un saludo

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