lunes, 8 de abril de 2019

Días de recuerdos y despedidas



Sin duda, el envejecimiento, la soledad y la muerte son parte de la naturaleza de las cosas, y de los hombres. Y sus obras no escapan a esa regla, y eolapaz tampoco.


No se muy bien como llegue hasta aquí. Era 2005, me encontraba en el tedio de mi instituto, preparando un trabajo de lengua sobre el mundo de los blogs, uno de los cuales yo era autora. Tras otear entre las plataformas existentes descubrí, casi por casualidad, una experiencia educativa diferente. Un profesor de Torrelavega estaba poniendo en marcha una web educativa que combinaba materiales de estudio, con una revista digital. Lo más exótico era que en este caso no se producía la situación habitual, ya de por si novedosa en aquel entonces, de que el docente creara un medio digital para sus alumnos, capaz de ser usado en clase. Los alumnos, bajo su batuta claro, creaban ese medio. La revista que entonces se abría paso recogía artículos de actualidad, apuntes y materiales que elaboraban sus alumnos, y que luego se publicaban en la web para que todos pudieran usarlos, opinar o, perdiendo el miedo, seguir sus pasos, y una tutoría cooperativa en la que muchos ayudaban al resto a través de la red en un vetusto Chat de cuyo nombre ya ni me acuerdo.
Con todo, la novedad no acababa ahí. Siendo la web de un colegio, a fin de cuentas, eran habituales, yo diría que destacadas, las colaboraciones de alumnos y jóvenes de otros centros, a los que no se nos ponía ningún impedimento para colaborar. Peligroso verbo porque aquella primera web se editaba a mano, cada semana, metiendo código html. Una locura

Pronto, con mucha ilusión, y pocos medios, se fue creando una comunidad digital, de gentes anónimas, que solidificó el proyecto, lo extendió y alcanzó un cierto reconocimiento (más bien bastantes premios). A la web inicial se unieron los grupos en la plataforma ning, los blogs anidados, como el mío, el de Aintze o el de Álvaro que tenía una radio que emitía desde Tanos. Todos ellos hechos a los que no se si se ha dado el mérito que tenían. A aquella gente aun le quedaban fuerzas cada año para hacer un especial, de corte muy profesional, que presentaban a un concurso de periodismo joven llamado El País de los Estudiantes. Un concurso en el que durante muchos años fueron reyes respetados.
Han pasado los años, han llegado algunos premios más y, creo, muchas satisfacciones. Pero los tiempos han cambiado. Eolapaz es un desconocido en su casa y en su provincia. Muchos espacios y blogs ya no existen, el dominio .es se perdió por falta de pago y tras varios parones y amagos de cierre eolapaz sobrevive, pero entre el silencio y el olvido del lugar donde nació.
Y reconozco la parte que a mi me toca. Salí del instituto, estudie una carrera, conseguí un trabajo y me olvidé de aquello que en aquellos años me hizo tan feliz.
Aunque sin poner rostro, ni recibir el cariño que desprende una mirada, he conocido, en la distancia de un cable de cobre, chicos y chicas maravillosos, de un colegio, que por hacer lo que hizo debería ser reconocido, en una aventura en la que fui feliz. A mi me hubiera gustado ir a un colegio donde hubiera podido hacer aquellos delirantes videos de la “Séptima” que yo veia cada semana, a mis dieciséis años en un blog de eolapaz y luego en youtube. A mi me hubiera gustado conocer a Gabilondo, regalarle polkas en un aeropuerto a Rubalcaba o entrevistar a cualquier muchachuco esmirriado que era una promesa del surf en Cantabria, porque, no lo olvidemos, aquella era una web donde compartían bytes desconocidos con grandes leyendas. Pero yo no lo tuve.
La historia, decía Víctor Hugo, es el refugio de lo que pudo ser un fracaso, y rehúso serlo. O lo que es lo mismo, saber retirarse es un don, propicio para mantener la dignidad.

Muchos de los objetivos que se pretendían se han alcanzado, de hecho no es infrecuente que Eusebio, ese profesor al que lei pero nunca escuche, de conferencias, comunicaciones o artículos para revistas educativas, explicando una experiencia que le piden que cuente como una experiencia exportable y que puede ser base a otras. Otras que ellos mismos han experimentado, como su proyecto ártico, aquel de los códigos QR en las calles
ontemos nuestra experiencia, en aras de usarla como base a otras, distintas, pero próximas en sus intenciones. Y esa llegada a la meta debe hacerles reflexionar. Aunque, a veces, el ser humano reflexiona tanto que se queda calvo.
Vivo lejos de Cantabria, pero sigo su twitter que ahora se llama hablineses y suelo visitar eolapaz, por añoranza, para ver su elegante estética, la profundidad de sus entrevistas políticas y la ingenuidad de sus jóvenes alumnos, escribiendo sobre arte, historia o lo que les venga en gana, que eso es lo maravilloso de esa web.

Hoy he leído en las redes que abandonan el concurso de El País, después de tantos años. No se el motivo, pero me ha dado pena. Pena porque percibo en ello cansancio y el fin de una ilusión.
Mantener un proyecto de este tipo tiene, seamos realistas, sus esclavitudes, y sus miserias. No ha sido excepcional el toparnos con gente maravillosa, con ciudadanos que se han asomado a estas páginas y nos han ayudado. También con incomprensiones destacadas. Con algún medio comercial que nos han dado “leña”, siendo vulgares, y con algunas injusticias a la hora de valorar este trabajo, en estos tiempos en que tan necesario es ofrecer espacios de educación y ocio para jóvenes. Una lacónica carta me explicaba desde Torrelavega este verano, la soledad de las nuevas redacciones y el cariño que percibían al recoger más premios fuera de su hogar.
Al principio, nuestra pequeñez nos hizo invulnerables. Hoy eolapaz es más grande, y su trabajo es más delicado por más difundido. Fotos de jóvenes que obligan a largos y tediosos procesos administrativos para no violar la ley del menor, derechos de autor, entrevistados que de pronto piden la retirada de un artículo porque no esperaban tanta difusión. Hechos banales para un medio profesional, pero a veces montañas escarpadas para quienes solo ambicionan leer, escribir y pensar.
No escribo hoy sobre eolapaz con nostalgia, con tristeza o con distancia. Lo hago sobre jóvenes. Sobre chicos y chicas ilusionados que un día quisieron, como rezaba el lema de “nuestro” profesor, contar el mundo que veían sus ojos.
Como decía Albert Einstein no hay que confundir rendirse con plantear otros objetivos. No es que eolapaz y el país de los estudiantes deban morir, o quizá si. Pero si es verdad que proyectos como este carecen ya de sentido, al menos en sus formas actuales. Y es así no solo en una experiencia colectiva y educativa como esta, sino en gran parte de la web. Blogs que cierran, periódicos que cobran por contenidos, compras y absorciones que eliminan a medios pequeños e independientes, leyes que cierran el campo a blogs, aplicaciones de uso libre, redes sociales de uso rápido, breve e inmediato de contenidos (en general chorradas) y un largo etcétera.
No somos los primeros en morir, ni seremos los últimos. Tan solo ocurre que aquella frase famosa de “contar el mundo desde lo que ven sus ojos” ha perdido ya parte de su sentido. Porque no hay nada que contar, o porque no merece la pena abrir lo ojos.

Imagen de eolapaz, 2010


Este artículo se publicará en la edición nacional de El País de los estudiantes. Adelantamos la publicación en nuestro blog por interés periodístico

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