sábado, 16 de junio de 2018

Dedicado a los maestros



No puedo mostrar un sentimiento que no sea el de agradecimiento. Pocas cosas en la vida pueden ser tan emocionantes como el hecho de que tus compañeros, los que te acompañan en la aventura de la educación, puedan, aunque solo sea, atisbar un pequeño mérito en el trabajo que, por amado, todos compartimos.

Una quejosa salud me impide estar hoy aquí para transmitir un gracias inmenso, pero quien me representa vale cien veces más de lo que yo pueda representar nunca. Si cada uno de los premiados, de los finalistas o de los participantes se vieran en la misma tesitura, se encontrarían tan orgullosos como yo me siento porque el fruto de su mimo sea, aparte de tenerla propia, su voz y su imagen, aunque sea por un instante.
Esa es la filosofía de este pequeño proyecto llamado “hablineses”, obrar cual Penélope, tejiendo y destejiendo el alma de nuestros alumnos. Reflexionar, conocer, compartir todo lo que la marea de la vida cotidiana nos trae, diseccionarlo, discutirlo, enfrentarlo y dejar constancia escrita para que otros, en su lectura encuentren que caminos transitar, o quizá todo lo contrario. Y tejiendo y destejiendo, porque enseñar que hay pocas verdades absolutas es importante. Tanto como aprender a adaptarse, a no juzgar a quien no lo reclama, a ver el mundo cada día desde un ángulo diferente, a ser rico en experiencias y conocimientos.
Me siento feliz, no solo por el premio, sino por estar, aunque solo sea con mi mente, en una sala repleta de talento y de gente que ha convertido la educación en la esperanza de una sociedad, en la sonrisa de un país, en el cimiento de un mundo nuevo. Tan feliz como por saber que mis palabras salen de la voz de una de esas almas que he tejido y destejido hasta convertirse en el mayor orgullo de mi vida.

Gracias, y que la educación os acompañe.

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