domingo, 1 de mayo de 2011

El paro que no cesa




Para el economista estadounidense Peter Diamond, Nóbel de economía 2010, las economías modernas no desarrollan niveles de paro superiores al 30%. Los servicios de prestación social, sus amplios mecanismos de salvaguarda, la extensión de administraciones y empresas públicas y el poder corrector del estado, detienen antes la hemorragia. Es una teoría, porque como esta semana contaba Fernando Garea en el País, nunca un país de primer nivel, como se supone que es España, ha llegado, ni de lejos, a cifras de paro tan escandalosas. Pero si lo hiciera, según Diamond, sobrevendría el colapso.
Si así fuera, España sería la primera economía desarrollada llamada a escribir la experiencia de esta terrible teoría, la del colapso, dada nuestra cercanía de ese abismo descrito por Diamond.



La prueba de la gravedad de esta situación esta en los datos publicados por la encuesta de población activa (EPA) del primer trimestre del año. 4.910.200 personas no tienen empleo, esto es, un 21,29% de la población activa. O dicho de otra manera 213.500 parados más, y 256.500 activos menos. El problema se agrava por tres circunstancias extremadamente importantes. De todas esas personas, 43 de cada 100 tiene menos de 30 años, un despilfarro de capital humano que nos pasará factura durante lustros. Dos, aumenta el paro con cada vez menos gente buscando empleo, menos activos, lo que aumenta los costes sociales, al desequilibrar la balanza entre pagadores y receptores, digámoslo así. Tres, demagogias a parte, no se ve salida, más allá de un golpe de suerte. Que las demás economías tiren de la nuestra, o que las bombas sigan cayendo por medio mundo y no allá otro sitio donde ir de turismo. Con lo que antes todos eran albañiles, y ahora todos seremos camareros.

El tema político tiene poco recorrido para contar. La situación es parecida a la de un Madrid Barcelona. Un equipo no sabe que hacer y el otro juega a no jugar. El gobierno quedó superado hace tiempo, porque para solucionar esto hay que plantear planes muy ambiciosos y de mucho futuro, y el gobierno ni tiene futuro, ni ambición, ni calado moral, ni credibilidad, ni apoyos ni, si me apuráis, ganas para meterse en más fregados. La oposición juega a nada. Que la fruta caiga madura para abrirles el camino de la Moncloa, aunque para eso deban caer muchos inocentes. Como en las películas de la Primera Guerra Mundial, en la manadas de infantes eran sacrificados ante las alambradas y las trincheras, para conquistar un miserable terruño asolado, que en eso se va a convertir España a este paso.

Sin embargo este pardo panorama, sustentado en cifras muy concretas, que no en opiniones subjetivas, contrasta con una paz social insólita. Quizá no hemos llegado aún al límite del aguante de los españoles. Pero más bien parece que la situación de aparente paz y resignación se debe a otros tres componentes más sombríos. Una parte de la población vive al margen de la ley y de las instituciones que la amparan, resguardados al pairo de la economía sumergida y la ayuda de amigos y familiares, o escudados en el crédito fácil de las tarjetas y los impagados. Dos, los cauces de representación (sindicatos, partidos) son dóciles con el sistema, a lo sumo movilizan de manera puntual, para satisfacer intereses que nada tienen que ver con los generales (elecciones, presión al gobierno en una huelga..). Tres, estamos a un inquietante deterioro de la confianza de los ciudadanos hacia el sistema y representantes, y no solo me refiero a los que están en paro.
Ante tanta negatividad, el país sigue, y funciona, y la gente (la que puede) se compra ropa, hace comuniones que parecen bodas o se va a Londres a ver al Barcelona en la final de la liga de campeones. Lo cual refleja una falta de valores crecientes y de insensibilidad social pasmosa. Y no es que haya que encerrase en casa y no dar el sacramento al niño, pero, junto a eso, un poco de compromiso no estaría demás.
la cosa no va a cambiar mucho en los próximos meses. Igual el gobierno acierta, por una vez, y el paro no aumenta más, pero tampoco va a descender, si tenemos en cuenta que en España, para crear empleo, hacen falta incrementos del PIB de, al menos, el 2%, y eso esta lejos.

Ante ello, la pregunta es obvia. ¿Como hemos llegado hasta aquí?. Cuestión que no es baladí, pues sin esa respuesta malamente se puede organizar la solución.
Hay poca actividad económica, porque seguimos muy dependientes de pocos sectores, en caída libre y muy tradicionales (construcción, turismo, ciertos servicios, industria de base..). Sectores que han arrastrado a una nube de empresas de demanda derivada. Situación que no se corrige, entre otras cuestiones, por la reducción de crédito al sector privado, en especial a las pequeñas y medianas empresas, que son las que crean empleo.
Eso y la falta de innovación y entrada en nuevos nichos de negocio, es una parte importante de nuestros problemas. Ante ello, lo único, o casi, que se ha hecho, es centrar la situación y su corrección en la organización del mercado de trabajo. Puede que este sea más rígido que en el resto de Europa (También en el País Vasco, y la tasa de paro es la mitad que es España), pero no hay pruebas de que el mal arraigue solo ahí, ni mayoritariamente ahí. Lo que ocurre es que, con la connivencia de empresas (publicas o semipúblicas entre ellas, como las cajas) y de los sindicatos, se ha creado la ilusión de que haciendo más fácil el despido y la rebaja de salarios, en una especie de inmolación colectivo-solidaria, saldríamos de esta. Y no. Un ejemplo, telefónica gana más y despide más barato, con lo que, aun ganando dinero, despide más y contrae más la actividad económica.
pero el discurso se ha centrado solo en trabajar más años, congelar salarios y perder el empleo con más facilidad, sin entrar a debatir que producen las empresas, cómo lo hacen, cómo compiten en los mercados, como se forma a los trabajadores, que se hace con el dinero dedicado a innovación y formación de empleo y como se gestionan las empresas. Un tema este último de enorme responsabilidad, al que nadie que se siente junto a Botín ha querido meter mano. Como tampoco nadie se ha planteado seriamente pedir cuentas de que se ha hecho con el dinero que el gobierno ha inyectado en la banca (lo pague esta o no, que solo faltaría) y con el dinero ahorrado en costes laborales por las empresas.
Precisamos ahorra, modernizar el aparato productivo, abrir nuevos sectores y conseguir financiación para que las empresas entren en sectores menos vulnerables y en mercados alejados del nuestro. Pero es más fácil echar la culpa al obrero, que duda cabe.

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