lunes, 1 de noviembre de 2010

Algo más que libros y palabras, Dragó, algo más

Contradictorios, complejos o rebosantes de riqueza, la realidad irrefutable es que los seres humanos aunamos, no se muy bien en que proporción, toda la luminosidad de la razón y el ingenio, y toda la oscuridad de los instintos y tendencias irrefrenables, esos que constituyen la naturaleza indómita e inabarcable del universo. Quizá por eso, para impedir que nuestro lado más irracional e incontrolable nos arranque del pedestal humano y civilizado en que la razón nos ha colocado, a dos palmos por encima del resto de los seres vivos, hemos creado medios e instrumentos capaces de domesticar esa personalidad salvaje y destructiva que atesoramos, rescatándonos a cada instante de nuestro peor enemigo, nosotros mismos.

Un cuadro mostrándonos, como en un espejo, en las carnes desbocadas de Jezabel. Un moisés de mármol, altivo y calculador. Una magna cúpula vaticana, reflejándonos la luz del cielo. Unos versos de Hernández, cantándonos el dolor de un alma desnuda. Nada de eso queda al dictado de la estética. Son procesos intelectuales tan complejos, sesudos y necesarios, como los garabatos paleolíticos que condujeron a la civilización y a la libertad a nuestros antepasados. Porque de eso se trata, de ser libres, dominando todo aquello que no podemos controlar, para que brote nuestro ingenio y nuestra capacidad de construir. Y en grupo, y en armonía, y sin dejar a nadie atrás.
Esta semana un conocido escritor, lo que hace el daño más extenso, Fernando Sánchez Dragó, se jactaba de haber mantenido sexo con menores en Japón, hace ya tiempo. Tras las criticas a su doble actitud (hacerlo y decirlo), algunos conocidos políticos y opinadores, con lo que el daño es más extenso, han quitado hierro al asunto, rebajando el hecho a la categoría de una anécdota literaria.
Puede ser que la visión del arte y la intelectualidad, como un elemento indispensable para la construcción del ser humano sea discutible. Pero no es una visión adaptable, modelable a nuestra conveniencia personal en cada circunstancia. Y eso ha ocurrido estos días, que determinadas personas que han salido en defensa de Dragó, vulgarizando el suceso, en otras situaciones similares se han mostrado indignadas y preocupadas por nuestro destino.
En España, como en toda sociedad, poseemos esos mecanismos de los que al principio os hablaba, y poseemos liderazgos, que a veces creamos, y otras muchas nos imponen, que ejercen la labor de canalizar esos ideales y mostrarlos a la reflexión pública, y defenderlos, si fuera menester. Con el paso de los años nuestra sociedad ha venido a convertirse en alojamiento de gentes llenas de poder y carentes de liderazgo, bien por su escasez moral, bien por nuestra tolerancia colectiva hacia ciertos comportamientos (corrupción, fraude, violación de derechos, violencia..), o bien por nuestra falta de conciencia o comprensión de los motivos por los cuales defendemos ciertas actitudes.
Es muy bonito que las ministras del gobierno se ofendan con Dragó (evidentemente más bonito que Esperanza Aguirre se ria de la gracia de su protegido). ¿Pero por que se ofenden?. Porque si no aclaramos los motivos de nuestras normas estas acaban cayendo en el regazo de la monotonía, de la rutina y del conservadurismo. Una labor imprescindible en quienes, se supone, ejercen liderazgo es dar ejemplo. Pero dado que algunos no ejercen esa labor, a los otros, el poder en este caso, le corresponde hacer pedagogía.
Consideramos inadmisible la actitud de Dragó porque se vanagloria de la manipulación de otros seres humanos, porque banaliza un elemento esencial en las relaciones humanas, como es la sexualidad, porque incluye un desprecio intrínseco a la mujer, admitiendo en su existencia un mero utilitarismo, porque fundamenta la fama y el reconocimiento, el suyo en este caso, en forma de ventas de libros, no en los méritos personales que engrandecen al grupo, sino en el escándalo y el desatamiento del morbo, escondiendo nuestra racionalidad y liberando nuestro instinto. Por poner un ejemplo.
Pero Dragó se ira de rositas, pasará el chaparrón y venderá libros. Su suerte esta marcada como la del hijo de dos padres que no se entienden, ante la duda el niño hace cuanto quiere impunemente. Dos ministras se han mostrado indignadas. Pero su queja ha destapado la infinita soledad de nuestros ideales. Ante el silencio de los ministros masculinos, de los escritores masculinos y de los ciudadanos de cualquier sexo. Tanto silencio como ruido de distracción han mostrado sus amigos y los políticos conservadores que le tapan. Total, Fernando se ha tirado a dos mujeres, menores y japonesas. También hay presidentes autonómicos que se iban de putas en sus años mozos, por no citar más ejemplos.
No somos conscientes de que estamos trasladando un mensaje muy claro a los miembros de nuestra sociedad. Si deseas hacer algo lo haces, da igual la consecuencia que esto tenga sobre los demás (violar a una niña, sodomizar a un niño en un seminario, pegar una paliza a un emigrante..). Si luego lo cuentas, serás un héroe y ganarás dinero (como el Dioni tras robar o Conde tras cometer fraude). Si tienes amigos influyentes, estos quitaran importancia al hecho. Si tienes enemigos, te crucificarán sin piedad por hacer lo mismo. Si tus instintos se vuelcan sobre una mujer o un inmigrante, eso es un eximente.
Cuando la autoridad no se guía por ningún ideal, y carece de coherencia y liderazgo, pierde su razón de ser, y se hace arbitraria, y por tanto prescindible.
Es malo, y nos pasará factura, la proliferación de comportamientos basados en el más difícil todavía, en el ver quien hace la burrada más gorda o comete la atrocidad más espectacular. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que demos carta de normalidad a esas actitudes, y que quienes deben hacer de guía y fuente de serena reflexión en los grupos humanos, fomenten tendencias tan autodestructivas. Eso es lo peor Fernando.

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