domingo, 5 de septiembre de 2010

Aguas mayores


Cada vez refresca más temprano. Es lo suyo. Pero eso no nos hace recular a los amantes del mar, que quedan pocas tardes de ola antes de afrontar el crudo invierno, con sus vientos, sus lluvias y sus clases. Este sábado tocaba Pechón. Una gran tarde tras el amago de nubes de la mañana. Volvíamos a casa a eso de las siete cuando Miguel nos propuso un alto en Torrelavega. Tiene mala fama la ciudad. Contaminada, tediosa, y esas cosas. Yo, seré rara, pero pese a ello la encuentro su encanto. El caso es que acudimos a la zona de ambiente a tomar unas cañas y algo sólido, que remar agota. Una zona de pubs, mesones y bares que arranca de un peculiar lugar al que llama el común, la Plaza Roja.
Y es que tener alcaldesa socialista marca, porque digo yo que no sea por eso raído y descremado suelo que en tiempos debió ser granate. Es un lugar singular, y a mi me parece delicioso. Una gran plaza diáfana y espaciosa, circundada de terrazas que otean un extenso cuadrado repleto de niños jugando, corriendo, riendo .... y soltando agua. Fruto, seguro, de algún lumbrera con título de arquitecto o, lo que es más probable y aterrador, algún político, en el centro de la plaza, o casi, yace una pared repleta de caños que los niños presionan como posesos desparramando el agua por las baldosas. A veces, en un alarde de sofisticación e ingenio, los tiernos púberes llenan bolsas de plástico y globitos de colores con el preciado elemento, haciéndoles estallar graciosamente contra el firme o contra viandantes y mesas de los bares. Encantadores los muy cabrones. Y todo ello ante la despreocupada mirada de padres, vecinos, deudos y una placida pareja de policías municipales que deambulaban sin rumbo por esas calles, al igual que policías nacionales y seguratas de los cercanos juzgados. Un poema, una oda a la gilipollez y la estupidez. Fueron tantas las bombas de agua, las viejas humedecidas y, ya de paso, las ramas de árboles arrancados por este remedo de guerreros sármatas en enano, que en un arrebato de ignorancia me levante de la mesa tras que estábamos parapetados y me dirigí a la horda de desperdiciadores de agua para refrenar su ímpetu a la par que hacerles ver lo anti ecológico, anti ciudadano y anti estético de su persistente actitud. Y es que solo yo se meterme en jardines tan frondosos. Lo primero que oí, de un mico de seis años, fue mandarme a tomar por el duodeno. Pero mi intento de aleccionar a tan tiernos infantes no solo chocó contra su agresividad, sino con la de una madre, que indignada por mi incívica actitud se encaró conmigo haciéndome ver que su niño podía desperdiciar todo el agua que quisiera y molestar a cuantas personas quisiera porque a ella la salía de los labios mayores. Replegamos velas, y bogando en balsa neumática nos alejamos de tan apacible lugar.

Puede que lo que vi el sábado solo sea una anécdota, un suceso casual del que no es propio sacar muchas conclusiones. O tal vez lo contrario. En una tierra en la que gastamos tanto dinero, esfuerzo y mala leche en parques eólicos en aras de la sacro santa sostenibilidad, en la que las autoridades educativas despliegan una incesante panoplia de medios tecnológicos, programas educativos y recursos humanos para lograr ciudadanos ejemplares y autónomos, y en la que el medio natural es bandera hasta del turismo, el que niños y adultos actúen con tal desprecio a nuestros recursos y defiendan con tanto ahínco su derecho a hacer lo que les da la gana, es, para mi, síntoma de que algo no funciona. Y es que quien falla en lo chico, ni tan siquiera ve lo grande. Y es que la imagen de esos niños despilfarrando agua y esas madres gruñendo para que sus hijos destrocen porque si, sin más, me intranquiliza. Tanto por demostrarme que la actitud ciudadana de algunos y la educación social de otros es nula e inconsciente, como por recordarme que eso que llamamos autoridad, en esta región es muy endeble. Estoy segura que no soy yo la única persona que ha visto el espectáculo del sábado. Tan segura como que policías, políticos y personal de limpieza lo saben. Tan segura como que en una ciudad que cuenta con una institución medio ambiental como el CIMA, y , dice, esta tan preocupada por el medio, ninguno de ellos hará nada. Me han contado, es el colmo, que Torrelavega cuenta con un programa pionero, un aula de medio ambiente, en la que dan charlas a los niños, les llevan a visitar los servicios de limpieza, depuradoras de aguas ... ¿Para que?.

Deberíamos darnos cuenta en España, que esa manía que tenemos de hacer programas, y trípticos y memorias y ejercicios grandilocuentes es inútil si llegado el día a día la gente no es capaz de corregir amablemente a su prójimo, no tirar mierda al suelo, separar la basura y ahorra agua. Pero hacer algo con trascendencia mediática, salir en una foto y cobrar por montañas de materiales y propaganda que duermen en almacenes es más importante que obtener fines en la formación de ciudadanos. Tanto como que es más importante que el niño se entretenga para que deje a mama y papa tomar café tranquilos, aunque sea destrozando árboles y tirando aguas. Claro que educado así, ¿que destrozaran esos niños con 18 años?. Por que a esa edad ya no se tiran globitos de agua. ¿A que no?

1 comentario:

Nico. dijo...

Que alegría el poder volverte a leer, se echaba en falta, y mas ahora que vamos comenzando con las idas y venidas de la vida diaria, aunque yo no he parado en todo el verano ejejej. Me a parecido muy bueno tu apunte de hoy, a mi también me subleva ciertas actitudes, lo cierto es que no es culpa de los niños en este caso, sino, de los padres que muchas veces abandonan a su suerte y a la nuestra a sus bribones, la educacion empieza por casa, y sin eso a donde vamos.

Un beso fuerte y sigue escribiendo.

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