martes, 4 de febrero de 2020

José Luis Cuerda y el "surrualismo"



Dicen que cada época tiene su Shakespeare (Cervantes en la versión española) en la nuestra ha sido, sin duda, José Luis Cuerda.
Podríamos hacer aquí un largo listado de autores, pensadores, literatos y demás intelectuales, pero Shakespeare seguiría siendo Cuerda.

El director y autor manchego fallecido hoy poseía un afilado sentido del humor, siempre satírico, disparatado y surrealista. Aunque esto último es bastante discutible, porque los humanos tienden a tildar de absurdo aquello que por real resulta insufrible o doloroso, hasta el punto que consideramos real solo aquello que nos complace o, al menos no nos inquieta.
Cuerda será siempre recordado por su exitoso trabajo como productor y director de cine, pero su verdadero talento era la escritura, como bien avalan sus más de 152.000 seguidores en twitter que esperaban cada día un clarividente comentario, acidó y afilado sobre una realidad que el había sabido llevar al cine y a sus libros con especial agudeza y con más melancolía y pesimismo que hilaridad.

Su trabajo literario había abarcado grandes adaptaciones de novelas como “ La lengua de las mariposas” de Manuel Rivas o “El bosque animado” de Wenceslao Fernández Flórez,  donde Cuerda había dejado su marchamo  basado en retorcer el texto hasta el delirio sin que este dejara de ser el texto original.
Pero la brillantez estaba en sus propios guiones construidos sobre un entramado de ocurrencias y pequeñas experiencias cotidianas sobre las que conseguía crear lo que el llamaba posrealidad o surrealismo. "Lo que escribo nace de lo que ocurre y es tan realidad como la realidad misma. La realidad mental es tan real como la física o la comprobable científicamente, solo que con consecuencias distintas”, contaba en una entrevista al diario El País.
Cuerda no quería rodar películas si no ponerle al espectador frente a un espejo y que reflexionase, en clave de humor sobre si mismo en el contexto en que viviera.
Esta visión del cine y la cultura es la base de su famosa tetralogía del surrealismo que había iniciado en 1983 con la película “Total”, seguida del film de culto “Amanece que no es poco” y  la ternura de de “Así en el cielo como en la tierra”. Finalizando la serie con “Tiempo después”, una adaptación de una de sus noveles, desarrollada en un futuro postapocalíptico que cerraba esa visión agridulce y melancólica que Cuerda percibía.

Su obra gozaba de un gran reconocimiento, especialmente entre los jóvenes y entre sus compañeros. Había ganado un Goya “El bosque animado”. Como productor había ganado otros dos Goyas con las primeras películas de Amenabar (“Tesis”, “Abre los ojos” y “Los otros”). Como guionista tenía otros dos Goyas con sus adaptaciones de “La lengua de las mariposas” (1999) y de “Los girasoles ciegos” (2008).

Frente a la opinión o la creencia de muchos Cuerda no había nacido cinematográficamente hablando con “Amanece que no es poco”, si no con “Tota” la película que marcó su carrera e inició su planteamiento de un humor especial, distinto, muy arraigado en lo más profundo de la mentalidad española, tan bien retratada por él. En realidad “Total” estaba concebido como un telefilme que se desarrollaba en el Londres de 2598, un paraje inmensamente parecido a un pueblo segoviano y en el que brotaban diálogos chispeantes en el marco de sucesos extraordinarios.
Cuerda era un hombre fiel, rodeándose siempre de los mismos colaboradores, como si ellos intuyeran lo que quería crear o como reconocimiento a su colaboración en una filmografía que sin ellos hubiera sido, quizá, irrealizable. Así son constantes en su trabajo productores como  Félix Tusell (padre e hijo que produjeron la primera –“Pares y nones”- y la última de sus películas – “Tiempo después” - . Actores extremadamente fans de su obra, como Edu Galán, Berto Romero, Andreu Buenafuente o Arturo Valls, con los que tenía un grupo de  WhatsApp llamado, en el que brotaban las ideas que luego veríamos en filmes como “La viuda del capitán Estrada” (1991), “La marrana” (1992) o “Tocando fondo” (1993).
Actores estos tan fans como los miles de seguidores en redes sociales y que celebraban cada año una quedada para mantener vivo el espíritu de “Amanece que nos es poco”.

Había publicado el año pasado sus memorias “Memorias fritas” en las que dejaba visible, como en su filmografía su pesimismo sobre una España que el consideraba se deslizaba hacia situaciones cada vez peores, y en la que ya no había pícaros como los que caracterizan a sus personajes, sino “sinvergüenzas”.

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