Seguro que
si Bugs Bunny escribiera en el Times habría titulado el articulo central de la
semana con un “¿Que hay de nuevo Doc?”. Y es que la Dove Outreach
Center, la iglesia Pentecostal del reverendo Terry Jones en Gainesville,
Florida, ha vuelto a las portadas y promete ser uno de los grandes atractivos
de la era Trump.
Y todo por
que este apacible reverendo, pistola al cinto, ha movilizado a sus cincuenta
feligreses para volver quemar un día de estos un número indeterminado de libros
del Coran, al tiempo que monta un “Call Center” dedicado a llamar, uno por uno,
a los musulmanes, transexuales, gays y progresistas provocadores.
El
escándalo, en medio de las continuas protestas y desplantes a Trup y sus
partidarios se ha suscitado por, a parte de ser un acto irreverente e indigno,
temerse la reacción de movimientos islámicos que podrían iniciar represalias no
solo contra el clérigo, sino contra las tropas e intereses americanos en medio
mundo, justo cuando la situación militar en Irak y Siria es más impronosticable,
y precisa más de la colaboración de la población civil, justo cuando el nuevo
presidente hace gala de su vena anti mejicana y racista y justo cuando
Washington esta más empeñado en iniciar una guerra comercial, al menos, contra
todo lo que se menea.
De momento
las amenazas del FBI y las llamadas a la calma del gobierno no han dado mucho
fruto, por lo que el riesgo ha sido frenado por la negativa del departamento de
bomberos de Gainesville a dar el permiso para hacer la hoguera, y de algunas
compañías telefónicas que han decidido boicotear los spam intimidatorios.
En realidad
Jones, un fanático exiguo de seguidores e irrelevante en el panorama social
americano, no ha hecho más que avivar la histeria antimusulmana latente en
Estados Unidos, alimentada por el 11S, las guerras asiáticas, la cizaña del
lobby judío y la marginalidad de este colectivo en el país, según declaraba
esta semana el líder islámico americano, Muhammad Musri. Una histeria latente
que despierta, de día en día, aprovechada y alimentada por personajes como
Trump o Le Pen, dispuestos a emplear la debilidad humana, en su propio
beneficio.
En una país
ensimismado en la libertad individual y de prensa, casar estos derechos con la
libertad religiosa y los intereses gubernamentales se esta volviendo complicado
en los últimos tiempos, como reconocía hace tiempo el fiscal general del
Estado, Eric Holder.
No son
raras estas situaciones en Estados Unidos, donde la tan manida libertad
individual da paso, en ciclos muy cortos a personajes como este, que amparados
en las leyes son capaces de poner en marcha procesos a veces extravagantes y
muchas peligrosos. Poco se entiende, sin embargo, que este personaje, que tuvo
que abandonar Alemania, su primer centro religioso, acosado por la comunidad
turca que le acusaba de xenófobo, y por la policía, que le acusaba de ladrón,
haya podido levantar de nuevo el negocio en una zona tan progresista de
Florida. O que mantenga su iglesia abierta tras la salvaje y desvergonzada
campaña que protagonizó en su día contra candidato a la alcaldía Arthur Lowe, y
todo por ser homosexual.
Desde que
su iglesia fuera fundada en 1986, y desde que el asumiera su liderazgo en 1996,
parece que ha pasado tiempo para que las autoridades pudieran haber evitado
esta peligrosa situación.
La obra de
Jones, revela la delgada línea de defensa que una sociedad, defensora de la ley
y la libertad, tiene ante personajes estrambóticos como este que, pese a ser
minoritarios, pueden poner en peligro a toda la sociedad cuyas leyes les
amparan.
También el
escándalo Jones ha vuelto a poner sobre la mesa el desmedido poder de la
prensa, capaz de poner en portada mundial a un loco de pueblo, que sin la
colaboración de aquella nunca habría obtenido relevancia. De eso sabemos mucho
los que tomamos a diario pequeñas iniciativas que, silenciadas por la prensa,
nunca existen a los ojos de la sociedad.
Solo unos
pocos han reaccionado ante las provocaciones del pastor. Pero en ocasiones no
por una convicción moral. Ante una leve amenaza, Occidente se baja los
pantalones, cede y se moviliza para pedir perdón por adelantado y no enojar al
mundo islámico. Una reacción muy distinta que la que esas sociedades practican
con los occidentales o con sus propios miembros. Y no vamos a recordar una vez
más el caso de las mujeres pendientes de lapidación en Irán. Ni las críticas a
Charlie Hebdo, ante del asesinato de la mitad de su reacción.
Y así
camina Occidente, dando bandazos entre políticos demagogos que explotan las
miserias del alma humana y hombres de buena fe, llenos de complejos, capaces de
soportar cualquier cosa, con tal de no ofender a ideologías cuya sola actitud
es una ofensa.
Y en medio Trump,
y todos los que le seguirán ante nuestra pasividad.
Imagen Velt
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